Hola, ¿es usted aficionada, o aficionado, al Rayo Vallecano? ¿Y se ha
abonado? ¿Sí? ¡Pues está perdido! Cuando un hincha del fútbol decide
pasar por la taquilla y pagar por adelantado el dinero correspondiente a
los partidos de toda una temporada, pica en el anzuelo de aquellos que
manejan los hilos del espectáculo del “balón-negocio” redondo. La temporada pasada, por estas fechas, los futbolistas paraban la
Liga para defender sus maltrechos derechos. Este año, hasta hace cuatro
días, eran los Clubes quienes dejaban caer que algo así podría suceder
de nuevo, si el “pastel” televisivo no se repartía de una manera más
“equitativa”. Los derechos de las retransmisiones están, como se sabe, detrás de
estas luchas de poder entre entidades, junto con los intereses
económicos millonarios de las dos plataformas televisivas: Mediapro y
Sogecable. Y aunque algunos equipos han mostrado su disgusto por el
horario de los encuentros, lo han hecho con la boquita pequeña, mientras
los bolsillos se les llenaban de millones de euros que posiblemente
dilapidarán en breve. Por todo ello, llama la atención que en todo este tinglado de
intereses económicos y pseudodeportivos, nadie haya tenido en cuenta a
los aficionados. El hincha del fútbol, al fin y al cabo, no deja de ser
un bulto sospechoso que no genera más que gastos, y que en el mejor de
los casos y con la excusa de que es “para dar colorido”, va al fútbol a
tirar rollos de papel higiénico, que después hay que limpiar. También
persiste en la “poco decorosa” costumbre de comer o incluso cenar en el
estadio, llevando botellitas de plástico escondidas que obligan a
cachear a todo el mundo, acude al aseo (con lo que se ensucia y atasca),
protesta porque los asientos están sucios y mal señalizados y, para
colmo, se molesta si no gana su equipo. Tipos así no merecen más que el desprecio, y que se les tenga
mareados con continuos cambios de día y hora que consigan disuadirles de
asistir al estadio, eso sí, tras haber sacado y pagado el
correspondiente abono de temporada. Incluso, poniendo un partido tarde y
en un día frío, se puede conseguir que agarre un buen catarro, y que
durante 15 días no aparezca por el estadio a hacer gasto, evitándose el
cacheo, el paso por los tornos (se rompen mucho) y logrando un
sustancial ahorro de personal y limpieza. Eso sí, se le regalarán
entradas y se apelará a su “corazoncito” y a la “raya” esa que cruza el
alma cuando el equipo, en peligro de descenso, vea que hay 12 ó 15
millones del reparto televisivo que se pueden esfumar a las primeras de
cambio. Si de las tres patas del negocio, dos –clubes y futbolistas-, han
demostrado no tener ningún reparo en amenazar con la huelga para
defender sus intereses, ¿para cuándo una movilización general de
aficionados de la Liga que haga valer unos derechos cada día más
pisoteados? ¿Por qué no una huelga de espectadores que paralice el
Campeonato de una vez por todas? El próximo 20 de agosto, lunes, día laborable como todo el mundo
sabe, se estrenará el Rayo frente al Granada a las 9 de la noche. ¿Son
el día y la hora adecuados para ir al fútbol? ¿Es lógico que un abonado
en edad infantil acabe de ver el partido a las 11 de la noche, o es más
normal que a esa hora esté en la cama soñando con Lass Esponja? ¿Y en
invierno?, ¿habrá Apiretal suficiente para calmar tanto moco caído entre
los aficionados más pequeños? Es evidente que en este tinglado que los clubes, las televisiones y
los futbolistas tienen montado, el aficionado no pinta nada. A los unos
les defiende la Liga de Fútbol Profesional, a los otros el dineral que
invierten en el espectáculo, a los terceros la tan temida Asociación de
Futbolistas Españoles. Y a los aficionados, a los abonados, a los únicos que sueltan la
pasta por adelantado en este negocio, ¿quién los defiende? Pues en el
caso del Rayo Vallecano, no parece haber nadie visible y contundente.
Sus hinchas son Presa de una directiva que pasa desapercibida en las
reuniones de los Clubes y que, más allá de las mismas, procura no
pronunciarse sobre éste y otros temas que realmente afectan a la parte
más vulnerable del negocio del balón redondo. El asunto de los horarios, más allá de que el Rayo se involucre o no
en la defensa de sus aficionados, tiene más recorrido. Habrá que ir
pensando en si es lícito o legal que un espectáculo pueda poner a la
venta un abono anual sin especificar ni el día, ni la hora, en que habrá
“actuación”. Tampoco qué jornadas o en qué “funciones” concretas habrá
sobreprecio a modo de días del Club. Habría que plantearse también si un
aficionado puede reclamar la devolución de la parte proporcional de su
abono, si un partido se ha fijado para un día, o en un horario,
absurdos. De momento, ese día, el día en que se reconozcan los derechos de los
aficionados, no lo veremos. Como algunos no verán el Rayo-Granada porque
ese día, y a esa hora, a lo mejor sólo puede ir al Estadio de Vallecas
su tía. Su tía la del Rayo, claro…

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